domingo, 2 de noviembre de 2008

Bienvenida a Bristol, al tráfico en las calles y a los conductores de taxi lunáticos


Me fui desde Santiago a Sao Paulo sentada al lado de un tipo joven que no logré saber su nacionalidad, porque no hablaba nada. Apenas un par de monosílabos. Traté varias veces de entablar algo parecido a una conversación con él, pero fue imposible. Por suerte él se quedaba en Sao Paulo. Nos dieron un almuerzo. Había estado tratando de llamar a la aerolínea desde el sábado para preguntar si tenían comida vegetariana, pero no me contestaban. Así que pregunté cuando iba a hacer el check in de mi maleta y me dijeron que preguntara en el avión. Pregunté en el avión y me dijeron que no tenían, que todas las comidas las traían ya listas desde Sao Paulo. El almuerzo del avión era una carne picada con papas y no me acuerdo qué más. Decidí comérmela nomás, pero no duré ni dos pedazos. Igual con las papitas no era tan poca comida.
En Sao Paulo tuvimos que hacer una fila lentísima para que nos pasaran las maletas por una maquinita detectora de cosas. Después en el rato que tenía libre me hice un masaje express. Era imposible resistirse, pasabas por delante de un puesto de masaje express. Decías, no, tengo que ahorrar plata, voy a seguir de largo, y más adelante te encontrabas con otro y con otro. ¡Estaba lleno! Así que me rendí. Fue útil, sobre todo para mi rodilla.
Cuando me subí al avión al tiro pregunté si tenían un menú vegetariano de sobra y me dijeron que sí. Luego me fui a sentar a mi puesto y la tipa que iba al lado mío me preguntó si le podía cambiar de puesto a su amigo, que estaba por allá. Pero ella era brasileña y no hablaba otra cosa que portugués, y no me podía decir exactamente dónde estaba su amigo. Yo le decía que le podía cambiar, pero solo si el otro asiento también era en ventana, o por último en pasillo, pero nunca al medio. Hasta que al final le dijo al tipo que me saludara y era en ventana, así que me cambié. El tipo que me tocó al lado era un suizo de la parte alemana, edad de papá, bastante simpático, que había estado paseando por Latinoamérica con un grupo de otros suizos, con los que se ponía a conversar de vez en cuando.
Así que el viaje estuvo agradable, con un vecino simpático, comida vegetariana, pantallita en el asiento de adelante para ver lo que yo quisiera (un documental y la película Astérix en los juegos Olímpicos) y una vista espectacular en la ventana, que además en uno de los canales de la pantallita te iban diciendo por dónde estaba pasando. En la mañana me entretuve mirando el desierto del Sahara, era increíble. Pero por alguna razón este debe haber sido el viaje largo de noche, en bus o avión, en el cual he dormido menos. No sé si por el nervio o porque me dolía la rodilla o qué.
Llegamos a Zurich y ahí me compré un adaptador de mi enchufe al enchufe inglés. Luego una espera media fome a que se pudiera entrar al avión. Viaje en avión nada de especial, con un sanguchito de queso y asientos medios incómodos. ¡Y llegué a Londres! Estaba lloviznando despacito, pero no hacía mucho frío. Me costó un poco encontrar la estación de buses, porque la señalética era como discreta y había que irse por un camino donde estaban haciendo una reparación, entonces estaba todo tapado. Pero llegué bien y tuve tiempo de moverme despacio con mis maletas y mi rodilla mala, y esperar en el terminal y ponerme ansiosa porque la información de los buses era un poco confusa. Hasta que llegó el bus correcto, con un conductor muy simpático y graciosillo, con cara de roedor. Dormí un poquito en el bus y el resto del tiempo me dediqué a mirar por la ventana. Es un poco como estar llegando a Puerto Montt.
Llegamos a Bristol y estaba lloviendo. Crucé la calle y tomé un taxi. No iba a caminar con mi rodilla como venía, y además todo se veía más enredado que en el mapa. El taxista era un absoluto chiste, todo el rato ¡pero todo el rato! tirando talla tras talla, y se cagaba de la risa. Yo le entendía la mitad de lo que decía, pero me reía igual, por lo gracioso de la situación. Entremedio se quejaba del tráfico. Había harto taco, de hecho había más taco de lo que he visto después ahora que estoy viviendo aquí. El taxista se fue por un camino que no entendí absolutamente nada, y el viaje me salió como 7 lucas, cuando según la gente del hostal lo normal habría sido 4. Pero en fin. Cuando ya estábamos llegando, me dijo la frase del título.
¡Y llegué a Bristol!

3 comentarios:

Tomás dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tomás dijo...

Cuando cuentas que ríes te imagino riendo con tu bastón y se me contagia tu risa tan bonita.

Laura R dijo...

Exactaente ESA frase te dijo el taxista?? la wea chistosa...
oye que bueno que tb tengas blog...es una buena cosa, eso si cuando alguien te pregunte algo así como 2ooooye y como fue la llegada!!" o cualquier cosa que hayas ya detallado en tu blog te va a dar mucha lata jaja

un beso grande, un pedazo de pie y tambipen una mozzarella jugosa